Sobre la pulsión de saber … y las preguntas de los niños


Ilustración de @beatrizcastroilustradora

¿Desde dónde se formulan las primeras preguntas de los niños? ¿A qué remite ese apetito de saber y esas incontestables preguntas infantiles? Nos acercaremos un poco a este concepto que nos da Freud para entenderlo.


“La pregunta misma, como todo investigar, es un producto del apremio de la vida…” (Freud, 1908) 

Sigmund Freud, creador del psicoanálisis, nos introduce al mundo de las pulsiones. La pulsión es entendida a grandes rasgos como aquellos empujes que hacen tender el organismo hacia un fin, es decir, es una cierta “excitación” que busca una “descarga” (Laplanche & Pontalis). Es así, un concepto límite entre lo corporal y lo psíquico.

Dentro de las pulsiones que Freud describió, nos encontramos con la pulsión de saber, o bien, apetito de saber, cuyo florecimiento se alcanza entre los 3 y 5 años, no de un modo espontáneo, es decir, sólo por la necesidad de averiguar, sino que se sostiene en pulsiones que incitan a gobernar. Por ejemplo, ante el advenimiento de sentimientos e inquietudes ante la llegada de un hermanito o la aparición de esa problemática por medio de un compañero, de la televisión, etc. Bajo esos sentimientos que acarrea el percatarse de la posibilidad que llegue un hermanito, el niño pasa a ocuparse del primer, grandioso problema de vida, y se pregunta: ¿de dónde vienen los hijos?

Y así… se pone en marcha la actividad investigadora en el niño. Desde esa pregunta que se configura como un enigma, el niño se irá creando unas primeras teorías (teorías sexuales infantiles) que son reflejo de su propia constitución, y que, a pesar de sus equívocos en la teoría misma, dan cuenta de una mayor comprensión en él de lo que los padres, en ocasiones, sospecharían.

El niño comenzará una investigación que será en un inicio solitaria, en la medida en que este apetito de saber y el pensar como respuesta, es un primer paso hacia la orientación autónoma en el mundo. Sin embargo, tarde o temprano se acercará a sus padres o quienes están a cargo de su crianza, y les demandará una respuesta, ya que ellos son “la fuente del saber”. Mas, las respuestas que reciba de ellos podrán no parecerle del todo satisfactorias (variable ligada a la dosis de verdad que haya también en la respuesta enunciada) y continuará su trabajo de investigación en secreto, hasta llegar más menos solito a la respuesta de que los niños crecen en el vientre materno, pudiendo probar -y probarse- su propia capacidad de pensar.

Pero ello no quedará allí, y continuará preguntándose; “ahora bien, este cavilar y dudar se volverá arquetípico para todo trabajo posterior del pensar en torno de problemas” (Freud, 1908). Este cavilar que se inicia desde una situación que le genera diversos sentimientos como la llegada de los niños al mundo, continúa luego su despliegue de manera libre al servicio de lo que vaya siendo su interés intelectual.

En ese sentido, podemos pensar que este apetito de saber y el ejercicio de preguntarse que luego se pondrá al servicio del interés intelectual e incluso profesional, en sus inicios tempranos, en la infancia, se ve ligado a la constitución del niño y su necesidad de dar respuesta a preguntas que tienen que ver con él, con lo que vive, con sus fantasías y con sus pulsiones, este empuje psíquico/corporal que necesita llegar a un fin.

Así, vemos niños que se hacen preguntas y más preguntas, desde la originaria ¿de dónde vienen los niños? Hasta preguntarse las más asombrosas cosas. Y nos sorprenden ante la imposibilidad de dar respuesta o la insatisfacción que parecieran recibir al darles una respuesta: no les basta, sino que más bien, nuestras respuestas parecen movilizarles más preguntas. Pues, parece ser que este ejercicio que se pone en marcha de poder cavilar, de poder preguntarse por las cosas, necesitan también respuestas que se ligan estrechamente con quienes son en ese minuto y a ese primer acercamiento de autonomía a la vida y que, por tanto, sólo ellos pueden darse.

¿Cuántas veces nos ha pasado que ante nuestra respuesta “verídica” de las cosas, a los niños no les hace sentido y deciden quedarse con su propia respuesta creada? ¿Les ha tocado responder a esta primera gran pregunta sobre el origen de los bebés? ¿Qué preguntas les han hecho sus niños?

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